¿Estamos preparados para morir?
En alguna
ocación mas de alguno lo hemos pensado, yo al menos lo dije en algun momento,
fue algo mas o menos así conversando con mi esposa “si alguna vez me diagnostican una enfermedad
terminal, por favor, no vayas a dejar a nuestra hija sin casa, sin dinero. No
quiero que gastes nuestros ahorros en tratar de salvarme, porque nunca me
perdonaría dejarlos en la ruina”
No tengo ninguna
enfermedad terminal, gracias a Dios, pero en aquella ocación, no sé por qué
salió el tema y entonces nos pusimos muy expresivos y cada quien quiso decir lo
que, desde su posición, haría en un caso extremo.
Todos los días hay cientos de casos reales en condiciones verdaderamente
dramáticas. Por lo regular, los diagnósticos médicos fatales deben generar en
el paciente un desplome irremediable y, casi siempre, ocultan lo más posible el
dictamen, hasta que no pueden esconderlo a la familia, no al menos, a la
familia más cercana.
Hablamos del tema, aquel dia y coincidimos en algo: “Si alguna vez Dios
quiere que mi vida esté programada para terminar en un corto tiempo, no
inviertas en mí, porque si se trata de un padecimiento que tenga altos costos
para alargar la vida, no lo puedo aceptar”. En efecto, los que sabemos del tema,
coincidimos en ello.
Pero… no lo vamos a cumplir por una sencilla razón: le pregunte a mi esposa
si estaba de acuerdo y la respuesta fue inmediata: “por supuesto que no”.
Ninguna pareja compartiria la idea de dejar morir a su esposo (a) sin haber
intentado, al menos, evitar el sufrimiento. Muy lejos de pensar en el gasto, en
vender propiedades o deshacerse de bienes muebles, decidimos algo muy simple:
“te pido que me dejes morir, pero no me pidas que haga lo mismo contigo"
Y eso se convierte, simplemente, en un círculo impenetrable porque
mientras el “yo” quiere que la muerte se resuelva de forma muy sencilla (no
hagas gastos extraordinarios para atender mi enfermedad), el “yo” jamás
escatimaría esfuerzos ni dinero (hasta donde alcance) para tratar de alargar la
vida de mi pareja. Y mi pareja hará lo mismo por mi. Así es de que, no hay por
dónde dejar morir a alguien. No en esta vida.
Por eso, así de simple, no estamos preparados para la muerte y mucho
menos estamos preparados para aceptar que uno de los nuestros muera sin
que hagamos algo para salvarlo, para aliviar su dolor, para alargar su vida. En
los más elementales conceptos de la Tanatología, desde el punto de vista
sicológico, es importante establecer entre el enfermo en tránsito de
muerte, su familia y sus médicos, un lazo de confianza que le aseguren una
muerte digna y en paz.
Si ese es el punto esencial, entonces sería imposible cumplir a un
moribundo su última voluntad: “No inviertas nuestros ahorros en mi, porque de
cualquier manera voy a morir y el dinero no va a salvarme, por el contrario,
dejarás a mis hijos en la calle”. ¿Quién está dispuesto a hacerlo? Creo que
nadie. Pedimos que nos dejen morir, pero no podemos aceptar que nos pidan dejar
morir"
A pesar de que la muerte es la etapa final de la vida del ser humano, en
realidad ese paso natural es difícil de asimilar desde cualquier punto de
vista; y más cuando llega de manera repentina, sin que de forma lógica la
estemos esperando. La muerte duele igual si le antecedió una larga enfermedad,
que si fue ocasionada de un momento a otro, ya por un accidente o por una causa
ajena a la vejez. Sin embargo, cuando se trata de un largo padecimiento, nos
vamos haciendo a la idea de que llegará el final.
No estamos preparados para la muerte porque los seres humanos tenemos,
sin temor a equivocarme, una identidad con otras personas, familia, amigos,
pareja y al momento de la despedida, nos resistimos a dejar ir a ese ser
querido con el que compartimos vida en vida.
Lo he dicho en varios comentarios, que necesitamos honrar a los seres
humanos en vida, porque después de que se van, difícilmente escucharán lo
queramos decirles; en vida hermano, en vida es como la gente debe hacer
homenajes a los seres que tanto amamos.
Qué dices cuando acudes a un funeral? Lo siento. Te acompaño en tu
dolor. Estoy contigo. Señalan algunos sicólogos que es mejor, cuando asistas a
expresar tu solidaridad con los deudos, un fuerte abrazo sin decir palabras,
porque en la mayoría de los casos en verdad lo sentimos, sí, lo sentimos y eso
es innegable, pero más allá de una palabra, está el contacto con las personas y
un abrazo es lo más fuerte.
Y luego viene a la mente de todos nosotros una gran duda que a poco se
convierte en un verdadero dilema: ¿Por qué se muere la gente buena?Todos
tenemos que morir, tarde o temprano, pero la parte fundamental de la muerte es
que debe ocurrir de forma natural y en el momento pertinente, cuando la edad ha
concluido con el momento de la vida. Y no estamos preparados para ese momento,
nunca lo estaremos, sobre todo si va de por medio el dolor de quien está en la
fase final.
Ese es el punto: no podemos permitir que alguien sufra en el tránsito a
su muerte, sobre todo si los recursos disponibles pueden aliviar o al menos
hacer menos pesado el fallecimiento. ¿Cómo puede mi pareja pedirme que no gaste
los ahorros en su enfermedad terminal? No lo haría, no puedo ni quiero hacerlo.
Pero entonces cómo puedo yo pedirle que haga lo contrario si se trata de
mi, si se trata de que incluso deba vender las pocas propiedades o bienes para
invertirlos en tratar de curar mi enfermedad. ¿Qué dilema no? Por un lado, quien padece un mal
que lo llevará al final, desea realmente que su familia no se quede en la ruina
por haber gastado todo en la posible cura.
Nadie acepta cruzarse de brazos y dejar que nuestro ser amado se consuma
sin haber hecho al menos el intento, con poco, suficiente o mucho dinero, para
salvarlo o hacer más liviano su dolor. Como sea, hoy la mayor parte de las
personas decimos que estamos preparados para la muerte, dejamos testamentos,
últimas voluntades, encargos, legados, etc...
Lo que no podemos dejar es que la gente no haga algo por nosotros, ni
podemos aceptar que el ser amado nos pida que lo dejemos morir sin hacer algo
por tratar de rescatarlo. Pero hay algo que jamás va a negociarse: el amor y
con amor, todo puede resultar menos doloroso, más liviano y, sobre todo, digno.
Por eso cuando acudo a un funeral para acompañar a alguien en la
dolorosa despedida de un ser amado, más que una expresión de solidaridad, que
sí debe hacerse, trato de transmitir todo con un abrazo, porque sé que nadie
estamos preparados para morir, y mucho menos los seres humanos hemos aprendido
a dejar partir a los que amamos.
Es una ley natural, cierto, pero es difícil aceptarla, porque nadie, que
yo sepa, estamos preparados para la muerte, sea la nuestra, o la de quienes nos
han hecho felices, les comparto esta reflexión para crear conciencia, que tengan una excelente noche.