jueves, 7 de enero de 2016

¿ESTAMOS PREPARADOS PARA MORIR?


 
¿Estamos preparados para morir?
En alguna ocación mas de alguno lo hemos pensado, yo al menos lo dije en algun momento, fue algo mas o menos así conversando con mi esposa  “si alguna vez me diagnostican una enfermedad terminal, por favor, no vayas a dejar a nuestra hija sin casa, sin dinero. No quiero que gastes nuestros ahorros en tratar de salvarme, porque nunca me perdonaría dejarlos en la ruina”
No tengo ninguna enfermedad terminal, gracias a Dios, pero en aquella ocación, no sé por qué salió el tema y entonces nos pusimos muy expresivos y cada quien quiso decir lo que, desde su posición, haría en un caso extremo.
Todos los días hay cientos de casos reales en condiciones verdaderamente dramáticas. Por lo regular, los diagnósticos médicos fatales deben generar en el paciente un desplome irremediable y, casi siempre, ocultan lo más posible el dictamen, hasta que no pueden esconderlo a la familia, no al menos, a la familia más cercana.
Hablamos del tema, aquel dia y coincidimos en algo: “Si alguna vez Dios quiere que mi vida esté programada para terminar en un corto tiempo, no inviertas en mí, porque si se trata de un padecimiento que tenga altos costos para alargar la vida, no lo puedo aceptar”. En efecto, los que sabemos del tema, coincidimos en ello.
Pero… no lo vamos a cumplir por una sencilla razón: le pregunte a mi esposa si estaba de acuerdo y la respuesta fue inmediata: “por supuesto que no”. Ninguna pareja compartiria la idea de dejar morir a su esposo (a) sin haber intentado, al menos, evitar el sufrimiento. Muy lejos de pensar en el gasto, en vender propiedades o deshacerse de bienes muebles, decidimos algo muy simple: “te pido que me dejes morir, pero no me pidas que haga lo mismo contigo"
Y eso se convierte, simplemente, en un círculo impenetrable porque mientras el “yo” quiere que la muerte se resuelva de forma muy sencilla (no hagas gastos extraordinarios para atender mi enfermedad), el “yo” jamás escatimaría esfuerzos ni dinero (hasta donde alcance) para tratar de alargar la vida de mi pareja. Y mi pareja hará lo mismo por mi. Así es de que, no hay por dónde dejar morir a alguien. No en esta vida.
Por eso, así de simple, no estamos preparados para la muerte y mucho menos estamos preparados para aceptar que uno de los nuestros muera sin que hagamos algo para salvarlo, para aliviar su dolor, para alargar su vida. En los más elementales conceptos de la Tanatología, desde el punto de vista sicológico, es importante establecer entre el enfermo en tránsito de muerte, su familia y sus médicos, un lazo de confianza que le aseguren una muerte digna y en paz.
Si ese es el punto esencial, entonces sería imposible cumplir a un moribundo su última voluntad: “No inviertas nuestros ahorros en mi, porque de cualquier manera voy a morir y el dinero no va a salvarme, por el contrario, dejarás a mis hijos en la calle”. ¿Quién está dispuesto a hacerlo? Creo que nadie. Pedimos que nos dejen morir, pero no podemos aceptar que nos pidan dejar morir"
A pesar de que la muerte es la etapa final de la vida del ser humano, en realidad ese paso natural es difícil de asimilar desde cualquier punto de vista; y más cuando llega de manera repentina, sin que de forma lógica la estemos esperando. La muerte duele igual si le antecedió una larga enfermedad, que si fue ocasionada de un momento a otro, ya por un accidente o por una causa ajena a la vejez. Sin embargo, cuando se trata de un largo padecimiento, nos vamos haciendo a la idea de que llegará el final.
No estamos preparados para la muerte porque los seres humanos tenemos, sin temor a equivocarme, una identidad con otras personas, familia, amigos, pareja y al momento de la despedida, nos resistimos a dejar ir a ese ser querido con el que compartimos vida en vida.
Lo he dicho en varios comentarios, que necesitamos honrar a los seres humanos en vida, porque después de que se van, difícilmente escucharán lo queramos decirles; en vida hermano, en vida es como la gente debe hacer homenajes a los seres que tanto amamos.
Qué dices cuando acudes a un funeral? Lo siento. Te acompaño en tu dolor. Estoy contigo. Señalan algunos sicólogos que es mejor, cuando asistas a expresar tu solidaridad con los deudos, un fuerte abrazo sin decir palabras, porque en la mayoría de los casos en verdad lo sentimos, sí, lo sentimos y eso es innegable, pero más allá de una palabra, está el contacto con las personas y un abrazo es lo más fuerte.
Y luego viene a la mente de todos nosotros una gran duda que a poco se convierte en un verdadero dilema: ¿Por qué se muere la gente buena?Todos tenemos que morir, tarde o temprano, pero la parte fundamental de la muerte es que debe ocurrir de forma natural y en el momento pertinente, cuando la edad ha concluido con el momento de la vida. Y no estamos preparados para ese momento, nunca lo estaremos, sobre todo si va de por medio el dolor de quien está en la fase final.
Ese es el punto: no podemos permitir que alguien sufra en el tránsito a su muerte, sobre todo si los recursos disponibles pueden aliviar o al menos hacer menos pesado el fallecimiento. ¿Cómo puede mi pareja pedirme que no gaste los ahorros en su enfermedad terminal? No lo haría, no puedo ni quiero hacerlo.
Pero entonces cómo puedo yo pedirle que haga lo contrario si se trata de mi, si se trata de que incluso deba vender las pocas propiedades o bienes para invertirlos en tratar de curar mi enfermedad. ¿Qué dilema no? Por un lado, quien padece un mal que lo llevará al final, desea realmente que su familia no se quede en la ruina por haber gastado todo en la posible cura.
Nadie acepta cruzarse de brazos y dejar que nuestro ser amado se consuma sin haber hecho al menos el intento, con poco, suficiente o mucho dinero, para salvarlo o hacer más liviano su dolor. Como sea, hoy la mayor parte de las personas decimos que estamos preparados para la muerte, dejamos testamentos, últimas voluntades, encargos, legados, etc...
Lo que no podemos dejar es que la gente no haga algo por nosotros, ni podemos aceptar que el ser amado nos pida que lo dejemos morir sin hacer algo por tratar de rescatarlo. Pero hay algo que jamás va a negociarse: el amor y con amor, todo puede resultar menos doloroso, más liviano y, sobre todo, digno.
Por eso cuando acudo a un funeral para acompañar a alguien en la dolorosa despedida de un ser amado, más que una expresión de solidaridad, que sí debe hacerse, trato de transmitir todo con un abrazo, porque sé que nadie estamos preparados para morir, y mucho menos los seres humanos hemos aprendido a dejar partir a los que amamos.
Es una ley natural, cierto, pero es difícil aceptarla, porque nadie, que yo sepa, estamos preparados para la muerte, sea la nuestra, o la de quienes nos han hecho felices, les comparto esta reflexión para crear conciencia, que tengan una excelente noche.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
   
 
 
 

 
 

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