Sentimiento puro bajo la lluvia
Hace Días al salir del trabajo, caminé
algunas cuadras entre charcos de agua que dejaba la lluvia sobre la acera rumbo
al Centro.
Llegue empapado y me encontré buscando refugio en algún café del centro pensaba esperar a que pasara la lluvia, caminé con frío, con dolor de piernas; agotado; sin prisa, más lento que ayer...
Llegue empapado y me encontré buscando refugio en algún café del centro pensaba esperar a que pasara la lluvia, caminé con frío, con dolor de piernas; agotado; sin prisa, más lento que ayer...
La mirada en
ningún lado y la conciencia sin ton ni son, creo que peor.
Camine hasta llegar a la puerta de la entrada de ese café de lánguida luz, que solo alcanzaba a iluminar el alma, misma que en ese momento se me desprendía a pedazos, tomé aire, libere un suspiro y sin pensarlo pasé.
Alguien volteo y noto mi presencia y aviso que ¡alguien había llegado!!!...
Furtivas Miradas y sonrisas en silencio me esperaban sin yo saberlo, un aire de calidez me inundo el corazón.
A distancia, mi vista encontró aquella mesa con olor a madera antigua reservada para mí y camine hacia aquel rincón sin pausa, serio y con paso firme, seguro de mí...
¡Y entonces al llegar!... asumí la derrota, se desmorono mi ser e intente llorar sin éxito.
Aquella esquina, aquella noche y el primer café, me devolvieron el ánimo, sostuvieron mi caída, pusieron mis pies sobre la tierra...
Y por largos minutos guarde silencio, enmudecí... Café tras café y mi voz se perdía.
Vinieron a mi mente platicas de excelentes compañeros y amigos, sueños, proyectos, conversaciones, sonrisas, tristezas, de todo un poco, sin embargo, el alma dolía y mi voz nunca salió...
Esa noche, camino a casa y en medio de aquella onda tristeza, pude darme cuenta que el silencio a veces grita… sí grita… aun en el más profundo de los silencios.
Camine hasta llegar a la puerta de la entrada de ese café de lánguida luz, que solo alcanzaba a iluminar el alma, misma que en ese momento se me desprendía a pedazos, tomé aire, libere un suspiro y sin pensarlo pasé.
Alguien volteo y noto mi presencia y aviso que ¡alguien había llegado!!!...
Furtivas Miradas y sonrisas en silencio me esperaban sin yo saberlo, un aire de calidez me inundo el corazón.
A distancia, mi vista encontró aquella mesa con olor a madera antigua reservada para mí y camine hacia aquel rincón sin pausa, serio y con paso firme, seguro de mí...
¡Y entonces al llegar!... asumí la derrota, se desmorono mi ser e intente llorar sin éxito.
Aquella esquina, aquella noche y el primer café, me devolvieron el ánimo, sostuvieron mi caída, pusieron mis pies sobre la tierra...
Y por largos minutos guarde silencio, enmudecí... Café tras café y mi voz se perdía.
Vinieron a mi mente platicas de excelentes compañeros y amigos, sueños, proyectos, conversaciones, sonrisas, tristezas, de todo un poco, sin embargo, el alma dolía y mi voz nunca salió...
Esa noche, camino a casa y en medio de aquella onda tristeza, pude darme cuenta que el silencio a veces grita… sí grita… aun en el más profundo de los silencios.